lunes, 16 de julio de 2012

Recuerdos.

 Era un día gris, las nubes tapaban el cielo azul, el viento soplaba con intensidad y el mar estaba embravecido. Las barquitas se tambaleaban en el agua sujetas en los amarres del viejo puerto, y en algún momento, oías el rechinar de la madera al pasar por los embarcaderos. Paseábamos despacio por la orilla y aun, cuando lo recuerdo, creo sentir la arena fría bajo mis pies. 
Eramos jóvenes inconscientes. Nos gustaba hacer locuras y  solo pensábamos en el presente. Para nosotros, el futuro no importaba. Eramos felices, así, siendo nosotros mismos.

L

Pasear de su mano era lo que mas deseaba en el mundo. Cuando el me abrazaba el tiempo se paraba y yo me sentía intocable, sentía que nada podía hacerme daño. Todo era perfecto.

jueves, 12 de julio de 2012

Oscuridad.


La soledad más profunda, es aquella que nosotros mismos creamos. Se instala en nuestras almas, oprimiéndolas y dejándolas sin aliento. Es como una noche oscura en la que no podemos ver nada. La soledad más profunda nos ciega y no nos deja ver lo que tenemos a nuestro alrededor. Creemos que nunca más podremos ser felices, pero no es así. Siempre hay un rayito de luz que nos alumbra, y aunque no podamos verlo, está ahí. Solo hay que tener fe y creer en uno mismo. Ser fuerte.
Esto lo descubrí hace un año, un gran suceso en mi vida me llevo a sumergirme en la más profunda soledad. Mi mundo era gris, sin luz. Creí que todo se terminaba, que nada tenía ya color. Vivía sin vivir, como un alma que anda por el mundo buscando la paz.
Estar en compañía de la gente que quería, ya no era de mi agrado. Solo deseaba sentarme a orillas del mar y escuchar el sonido de las olas embravecidas chocando contra la fría arena. Creía que encerrándome en mí misma me protegía y me tranquilizaba. En parte era así. Todo ser humano necesita un poco de paz. Un poco de soledad. Pero, como en todo, nunca debemos abusar.
Yo todo esto no lograba comprenderlo. ¿Qué podía haber de malo en algo que me ayudaba, que me tranquilizaba? Pues bien, si que era malo y mucho. Con el tiempo deje de relacionarme, me volví esquiva y taciturna. La sonrisa desapareció de mi rostro y mis ojos perdieron su brillo.
Pasé así unos cuantos meses, pero como ya he dicho, en toda oscuridad hay una pequeña luz que nos guía. Él fue mi pequeña luz. Apareció en mi vida sin apenas percatarme y cuando quise darme cuenta, ya era muy importante. Cada día luchaba por devolverme la sonrisa, y muy a menudo lo conseguía. Gracia a él, el color volvió a mi vida. Desapareció esa oscuridad que tanto me asfixiaba y en la que yo misma me había sumergido.
Fue ahí, cuando me di cuenta que siempre hay esperanza. También comprendí, que nosotros mismos nos hundimos mucho más y agravamos el problema. Sé que en ocasiones es difícil ver una salida, pero también puedo decir, que vale la pena luchar por encontrarla. Yo no lo hice, simplemente tuve suerte de que apareciese. Pero esto ha sido una gran lección y espero en un futuro, tener el valor para buscarla y no volver a sumergirme en lo que yo llamo, la soledad más profunda.