La soledad más profunda, es
aquella que nosotros mismos creamos. Se instala en nuestras almas, oprimiéndolas
y dejándolas sin aliento. Es como una noche oscura en la que no podemos ver
nada. La soledad más profunda nos ciega y no nos deja ver lo que tenemos a
nuestro alrededor. Creemos que nunca más podremos ser felices, pero no es así.
Siempre hay un rayito de luz que nos alumbra, y aunque no podamos verlo, está
ahí. Solo hay que tener fe y creer en uno mismo. Ser fuerte.
Esto lo descubrí hace un año, un
gran suceso en mi vida me llevo a sumergirme en la más profunda soledad. Mi
mundo era gris, sin luz. Creí que todo se terminaba, que nada tenía ya color.
Vivía sin vivir, como un alma que anda por el mundo buscando la paz.
Estar en compañía de la gente que
quería, ya no era de mi agrado. Solo deseaba sentarme a orillas del mar y
escuchar el sonido de las olas embravecidas chocando contra la fría arena.
Creía que encerrándome en mí misma me protegía y me tranquilizaba. En parte era
así. Todo ser humano necesita un poco de paz. Un poco de soledad. Pero, como en
todo, nunca debemos abusar.
Yo todo esto no lograba
comprenderlo. ¿Qué podía haber de malo en algo que me ayudaba, que me
tranquilizaba? Pues bien, si que era malo y mucho. Con el tiempo deje de
relacionarme, me volví esquiva y taciturna. La sonrisa desapareció de mi rostro
y mis ojos perdieron su brillo.
Pasé así unos cuantos meses, pero
como ya he dicho, en toda oscuridad hay una pequeña luz que nos guía. Él fue mi
pequeña luz. Apareció en mi vida sin apenas percatarme y cuando quise darme
cuenta, ya era muy importante. Cada día luchaba por devolverme la sonrisa, y
muy a menudo lo conseguía. Gracia a él, el color volvió a mi vida. Desapareció
esa oscuridad que tanto me asfixiaba y en la que yo misma me había sumergido.
Fue ahí, cuando me di cuenta que
siempre hay esperanza. También comprendí, que nosotros mismos nos hundimos
mucho más y agravamos el problema. Sé que en ocasiones es difícil ver una
salida, pero también puedo decir, que vale la pena luchar por encontrarla. Yo
no lo hice, simplemente tuve suerte de que apareciese. Pero esto ha sido una
gran lección y espero en un futuro, tener el valor para buscarla y no volver a
sumergirme en lo que yo llamo, la soledad más profunda.