Ella solo quería regalarle al mundo sus mejores sonrisas
pero las lágrimas empezaban a aparecer en sus ojos y no había manera de pararlas. No entendía nada,
todo estaba confuso. Aun que en el fondo sabía que podía volver a tropezar, no
había querido verlo, estaba ciega. Completamente ciega.
La situación en la que se encontraba era nueva, pero los
sentimientos ya le eran familiares. Todo eso no le gustaba nada por que recordaba
lo mal que ya lo había pasado y se moría, el corazón se le estremecía.
Alguna que otra vez, un rayito de esperanza la alumbraba.
Esperanza de que todo pasas rápido, pero al minuto volvía la oscuridad. Se sentía
como un juguete. Creía que no valía nada, que no era lo suficientemente buena.
Miraba a la gente de su alrededor y se sentía sola a pesar
de estar rodeada de miles de personas. Había suplicado un millón de veces, que
no quería volver a sentirse así, pero todas aquellas suplicas no habían servido
de nada.
Todas esas cosas que le habían hecho sentir. Todas esas
cosas bonitas que le habían dicho, le habían puesto una venda en los ojos. Por
un tiempo, había creído que era su momento, que por fin sería feliz.
Lamentablemente no había sido así, la venda había caído y era muy doloroso.
A pesar de todo esto, debía seguir a delante y ser todo lo fuerte
que podía. Sabía que tenía que esforzarse mucho, pero era lo que tenía que
hacer para lograr ser feliz y olvidarse de todo lo malo. Y que mejor forma de
empezar que mostrarle su mejor sonrisa al mundo.
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